Santiago ha sido elegida como una de las mejores ciudades latinoamericanas que visitar y disfrutar. Esto refleja que hemos sido capaces de hacer lugares, barrios, espacios públicos de interés, de calidad urbana y ciudadana que provocan interés en conocer. Especial relevancia tiene esto si entendemos que nuestras ciudades no tienen un patrimonio artístico, o histórico a la altura de muchos países. Quienes nos visitan quieren salir, conocer, comer, pasear por donde lo hacen los chilenos en esos mismos barrios y lugares que hemos sido capaces de construir en los últimos 50 años.

Queda mucho por hacer para convertir nuestras ciudades en lugares más habitables que creen un vinculo ciudadano más sólido con nuestros barrios. Aún son tremendamente provincianos, bajos, las veredas estrechas y sus funciones tales como: Trabajar, habitar, estudiar o divertirse muy separados entre sí y segmentadas. Las mejores y más bellas ciudades son más densas, multifuncionales con espacios públicos más cuidados y generosos.

En el desarrollo de barrios de uso mixto, con bulevares o plazas más amplias diseñadas para el peatón y en el diseño de barrios más densos y eficientes tenemos la llave para convertir a nuestras ciudades en espacios más amables y acogedoras de un habitar ciudadano.

Hasta el siglo XIX nuestro país fue fundamentalmente agrario con un 80% de la población viviendo de y en el campo. El siglo XX produjo un cambio sustancial. El empleo y oportunidades de desarrollo humano se concentró en las ciudades. Desde ese momento las ciudades chilenas se transformaron y crecieron hasta la situación actual en la que el 90% de la población nacional vive en ciudades.

En la medida que la cultura cambió de agraria a ciudadana, la casa, espacio de las reuniones y vida familiar, cede su lugar para la actividad social a los espacios públicos citadinos. Ya no son solo plazas y parques los lugares de encuentro y ocio. Se suman barrios enteros a la entretención, a la gastronomía y al encuentro.

Al fin, en la medida en que el habitante se ha hecho ciudadano y realiza su vida privada en espacios más pequeños que sus antecesores campesinos, su vida de relación, ocio y trabajo, se desarrolla en el espacio público de oficinas; instituciones; el mall; el boulevard, y la calle.

Por años el ciudadano fue un recién llegado a una ciudad que le era ajena. Hoy trabajamos, vivimos descansamos, compramos y nos divertimos en y con nuestras ciudades y éstas son la prolongación de la vivienda.

Este cambio cultural y de forma de vida ha transformado los afectos, las costumbres y el vínculo de pertenencia, del campo a una ciudad que se vive, recorre y reconoce como propia.

Bajo este prisma, la casa, los edificios calles y barrios ya no se perciben como espacios puramente utilitarios. La ciudad es adoptada por el ciudadano como un lugar que le pertenece y al cual él pertenece. Es su ambiente propio y particular.

A esta situación socio cultural se agrega el mayor crecimiento en América Latina de la clase media y la clase media profesional con un 93% de nuestros estudiantes de educación superior sin padres profesionales. Una ciudadanía más empoderada económica y culturalmente es capaz de hacer bullir ciudades enriquecidas por más espacios urbanos públicos con cada vez más alternativas gastronómicas, culturales, artísticas y de recreación con las cuales el ciudadano se identifica y hace propias.

Es por ello que el cómo esa ciudad, – en permanente mutación y desarrollo, – crece, se transforma, o se hace más variada pasa a ser preocupación del habitante común y corriente, no solo del arquitecto o especialista. Todos tienen opinión de cómo quieren vivir, y de cómo la ciudad – su casa – debe ser. La ciudad ha pasado a ser tema ciudadano porque es un tema que afecta todos los ámbitos de su vida.

Fuente: www.portalinmobiliario.com